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El Palacio de Guevara recupera 3 grandes joyas del pintor barroco Camacho Felizes que lucen totalmente restauradas gracias a una inversión de 68.534 euros

El Palacio de Guevara recupera 3 grandes joyas del pintor barroco Camacho Felizes que lucen totalmente restauradas gracias a una inversión de 68.534 euros

Se trata de “Éxtasis de Santa Teresa”, “El incesto de las hijas de Lot” y una Inmaculada, obras realizadas entre 1695 y 1710 que se podrán contemplar en la Sala del Estrado y la escalera de acceso al segundo piso del Palacio.

31 de octubre de 2017. El Concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Lorca, Agustín Llamas, ha informado que los lorquinos contamos ya con los tres grandes lienzos de Camacho Felizes que forman parte de la colección de pinturas vinculadas a la declaración de BIC del Palacio de Guevara. Estamos hablando de “Éxtasis de Santa Teresa”, “El incesto e las hijas de Lot” y una Inmaculada Se trata de unas obras que han sido restauradas en el taller murciano ASOARTE, dirigido por Loreto López

Llamas Gómez ha explicado que la limpieza y restauración que se ha hecho de estas pinturas ha tenido un grado diverso de dificultad en razón de su estado de conservación. En todos los casos los lienzos han tenido que ser implementados con bandas perimetrales, se han corregido parches inadecuados y repintes antiguos, y se ha procedido a un limpieza en profundidad que complicaba la utilización de barnices inadecuados. Mientras que la Inmaculada ha precisado de una limpieza general y una reintegración mínima de pequeñas zonas afectadas, los cuadros de Santa Teresa en éxtasis y El incesto de las Hijas de Lot han requerido de una intervención más compleja. En el primer caso, el levantamiento de repintes ha afectado a zonas de iluminación muy concretas, mientras que en el segundo cuadro los repintes alcanzaban hasta la ocultación de alguna parte de las figuras. El incesto de las hijas de Lot se puede ver hoy tal y como salió de los pinceles de Camacho, quien para esta ocasión interpretó fielmente la composición de igual asunto del pintor francés Simon Vouet, añadiendo un fondo de paisaje con figuras que por su deterioro había sido casi completamente enmascarado.

El Edil de Cultura, entrando en detalles, ha explicado que el cuadro de la Inmaculada (posterior a 1710) es una pintura al óleo sobre lienzo con unas dimensiones de 260 x 200 cms. En el Guevara se encuentra en la escalera principal de acceso a la planta noble. Es un lienzo de adscripción incierta porque a pesar de que presenta muchas de las características de la pintura de Camacho, también podría responder a la estética e Baltasar Martínez Fernández de Espinosa, quien en su primera etapa imitó en todo los lienzos del que se supone pudo ser su maestro. El modelo de Inmaculada, la disposición de las manos, la vestimenta y manto, los tipos de angelitos que se disponen a su alrededor y hasta el coro de ángeles en segundo plano, así como el paisaje a los pies de la Virgen, remiten al pintor Camacho aunque pertenecen a una estética más refinada dentro de la producción del pintor, y por tanto correspondiente a los últimos años de su vida. Es novedoso en el estilo de este pintor la manera de labrar el manto, con pliegues angulosos, y una dulcificación del rostro de la Virgen en el parecen haberse abandonado un tipo de nariz recta y prolongada y unos ojos de párpados muy remarcados por la luz.

El óleo que nos ocupa juega un papel importante en el conjunto de lienzos encargados para la casa del caballero santiaguista. Se encuentra junto al retrato ecuestre de don Juan de Guevara y recuerda el juramento que hacían los que pertenecieron a esta Orden de defender el dogma de la inmaculada concepción de María, juramento que se hace patente a cuantos acceden al interior del edificio por medio de este gran cuadro que preside el principal acceso a la vivienda.

Los dos grandes lienzos de la escalera de acceso –retrato de don Juan (restaurado en 2001) e Inmaculada- son el final de la vía triumphalis en honor del apellido Guevara, descrita por Belda Navarro en su artículo, que comenzaba en la fachada y concluía en la escalera después de atravesar el patio columnado. Además, conforma una singular carta de presentación de un recorrido por el interior de la que será casa museo, que deparará al visitante la contemplación de espacios domésticos singulares y de una amplia colección de muebles y pinturas que abarcan los siglos XVII al XIX.

El Concejal de Cultura ha manifestado que El incesto de las hijas de Lot es una pintura al óleo sobre lienzo de un tamaño de 209 x 309 cms y datada hacia 1695. Compositivamente, el lienzo de El incesto de las Hijas de Lot es deudor directo de una de las creaciones más celebradas del pintor francés Simón Vouet (1590–1649) que Camacho amplió introduciendo en la zona izquierda una visión lejana de las ciudades de Sodoma y Gomorra destruidas por el fuego. Hay unas leves modificaciones con respecto a grupo principal (una de las hijas sostiene una copa de vino, o se muestra menos desnudez en los personajes femeninos), pero lo esencial del grupo original permanece en esta réplica lorquina. A ella se han incorporado los rasgos faciales propios del pintor, una mayor intensidad en las iluminaciones y la particular manera de labrar las telas del lorquino. Se trata de un lienzo de los de mayor empeño artístico de Camacho, que introduce una escena de paisaje poco habitual en su obra.

Agustín Llamas ha añadido, respecto, al Éxtasis de Santa Teresa, que se trata también de una pintura al óleo sobre lienzo, de un tamaño de 204 x 291 cms. Fechada hacia 1695. El motivo del cuadro constituye un tema abundantemente representado en el arte occidental desde la canonización de la santa en 1622. Sin embargo, la composición que Camacho utiliza para representar esta escena tiene más que ver con el cuadro del italiano Lanfranco sobre un asunto similar –el éxtasis de Santa Margarita de Cortona-. Sólo el grupo principal parece influenciado por estampas, ya que el resto de la obra –aparición mariana y grupo de angelitos que juegan con los elementos de la mesa- es una recreación del lorquino para ampliar la escena del cuadro y darle un ambiente arquitectónico acorde con lo que se supone que debió ser la celda de la santa en que tuvo lugar la experiencia mística. El cuadro contiene todos los elementos estéticos que definen la plástica del pintor -rostros y manos, pliegue de paños, gama corta de colores con preferencia de ocres y pardos y el gusto por los detalles naturalistas que confieren al lienzo un aire casi doméstico-. Resuelto el espacio en que se colocan las figuras principales con una perspectiva sencilla, el rompimiento de gloria en que aparecen la Virgen y el Niño sirve como foco principal de iluminación, intensificando la luz sobre las figuras, y para prolongar el espacio reducido de la celda monacal.

Apuntes biográficos de Camacho Felizes
La colección de pinturas de Pedro Camacho Felizes de Alisén (1644-1716) que alberga la Casa de Guevara es, sin duda, la muestra más relevante de este pintor lorquino ya que alcanza una veintena de lienzos que comprenden distintas etapas del artista. Fue Camacho el mejor pintor de una trilogía lorquina que compone junto a Matheos Ferrer y Muñoz de Córdoba, e incluso la pintura que practicó entre los años finales del XVII y la fecha de su muerte alcanza cotas de calidad que lo sitúan a la par de los pintores murcianos del momento. Educado inicialmente en el ámbito local, completó su formación, de forma posiblemente autodidacta, en Murcia donde se le localiza en 1671. En 1678 regresaría a Lorca, ciudad en la que permaneció el resto de su vida. Casado con su prima María Maldonado, intentó un proceso de ennoblecimiento que no llegaría a culminar y también el acceso a una de las regidurías de la ciudad. Gozó de fama y estimación y en él recaerían los más importantes encargos de particulares e instituciones. Los testimonios literarios casi contemporáneos y posteriores afianzan para él un favorable juicio crítico de sus coetáneos, juicio que respalda la restauración que se ha emprendido del importante ciclo pictórico de la Casa de Guevara.

La "destreza y sutileza" de su pincel, mencionadas por Morote, empiezan a tener ahora un cierto sentido al descubrir, libre la pintura de barnices oxidados y de retoques posteriores, cómo este artista, sobre una idea preconcebida, planteaba el dibujo de sus cuadros directamente con un óleo muy diluido, cargando de materia el pincel en las zonas iluminadas y trazando admirablemente, con amplios planos y ráfagas, los volúmenes creados por los ropajes. A todo ello habría que añadir unas muy estudiadas composiciones, cuyo análisis recoge la monografía que se le dedicó, que alcanzan incluso a cuadros de pequeño formato como las alegorías de las virtudes cardinales del citado ciclo de la Casa de Guevara. Se conserva de Camacho una muestra suficiente de toda su trayectoria artística como para apreciar la evolución que sufrió.

Apegado en los primeros años al influjo de estampas flamencas e italianas, de ellas tomaba personajes aislados para componer sus escenas. Ejemplos de ello son los cuadros de más artificio conservados en la ex-colegiata de San Patricio. Pero el viaje que realizó a Granada hacia 1692, donde permanecería algún tiempo para solucionar un pleito en la Real Chancillería, le puso en contacto con la mejor pintura andaluza del momento y a ello se achaca la evolución rápida que experimenta en estos años en cuanto a técnica y materiales, ya que es a partir de entonces cuando comienzan a aparecer las tierras minerales más luminosas, una pincelada suelta en extremo y unas cualidades espaciales y atmosféricas conseguidas con el uso riguroso de la perspectiva, una mejor disposición de las figuras en la escena y la degradación de tonos en profundidad. Sus fuentes de inspiración ya no son tan claras, advirtiéndose sin embargo una cierta sintonía en el planteamiento general de sus cuadros con lo realizado por los mejores pintores españoles inmediatamente anteriores.

En la etapa final de su obra Espín advirtió una manera completamente distinta, en nada parecida a lo anterior por la brillantez de los colores, que tendían a las gamas violáceas y apasteladas, y una suavidad de contornos que confería cierta vibración a la figura con respecto al ambiente en que estaba inmersa. Los dos grandes lienzos pintados para el presbiterio de Santo Domingo de Orihuela ya anuncian algo de esto, pero el ejemplo más claro, los Cuatro Doctores de la Iglesia pintados para la entonces colegiata de San Patricio, se destruyó en la guerra civil. El retrato ecuestre de don Juan de Guevara, de confirmarse su atribución, podría constituir el exponente más genuino de esa nueva manera con la que concluyó su actividad nuestro pintor.